Pensando en Gloria (Martín)
Lil Rodríguez
Por alguna extraña razón siempre pienso en Gloria Martín cuando de asuntos trascendentes que involucran mis convicciones se trata. Pienso en ella cuando corto mis cabellos cortos recordando su letra "Mujer, si te han crecido las ideas/ de ti van a decir cosas muy feas..." y pienso en su dignidad caminante junto a sus Coplas marzistas (del mes de marzo), y en la historia de la cantata a Fabricio Ojeda o los cantos a Jorge Rodríguez (padre), en aquellos tiempos en que, además, cantarla a ella o a Alí Primera era un acto de arrojo, y todos éramos unos arrojados junto a Lilia Vera de América.
El lunes pasado descubrí que unos cuantos, como yo, amanecimos cantando aquel tema de Gloria Martín: "Un candidato es un señor/ que siempre ofrece lo mejor/ y que está a punto de sufrir/ total amnesia/ llamando a la puerta del pobre/ pues no hay ni un voto que le sobre/ mañana el pobre es un recuerdo/ y si te he visto...no me acuerdo". Creo que, como yo, muchos miramos a lo alto, a los techos de cartón, con el peso del vivir.
No es extraña la razón de tanto pensar en Gloria Martín, la emblemática cantora que ahora es cuando tiene asuntos que aportar a nuestra patria. Y no es extraña la razón porque a través de su canto, del de Alí, del de Lilia y del de José Romero Bello aprendimos muchos a entender cómo es que a nuestro pueblo le han hecho confundir identidad con imagen y cultura con mercado.
Problema de fondo que sigue siendo tragado por el accionar de cada día, por la alienación de cada día, por esa terrible colonización de la pertenencia que nos lleva a identificarnos con el colonizador y, más terrible aún, a buscar ser legitimados por él. Tal vez por eso se usan sus métodos, sus números, sus poses... y sus "bienes culturales".
¿Quién? Muchos lectores se podrían preguntar en este momento: ¿Y quién es Gloria Martín? ¡Claro! Se lo preguntan porque no es Gloria Martín un producto, una muestra de aparataje, un show mediático ni un asunto fácil de digerir por quienes tienen la responsabilidad de darla a conocer, de mostrar su pensamiento para todos.
Para quienes venimos trajinando desde hace años sin más necesidad que nuestra conciencia. Gloria es asunto de todos los días, ya que, como ella misma indica, cuando se presentan las dificultades ratificamos la validez del trabajo.
Gloria Martín es venezolana, nacida en España de padres pobres y republicanos. Pronto se daría a conocer a través de lo incisivo de su verso y postulados.
Militante activa por una patria buena, renunció como cantora a sellos famosos para fundar junto a Alí Primera la cooperativa Cigarrón. Es escritora; sus poemas, ponencias y ensayos han sido difundidos en revistas especializadas y suplementos culturales. Autora de Ver sos de un o sea no pacífico (1985), De los hechizos de Merlín a la píldora anticognitiva, Pensamientos de Simón Rodríguez (1995), El perfume de una época (1998) y Metódica y melódica de la ani mación cultural, reeditado en 2005 por Fundarte.
Gloria es licenciada en artes, summa cum laude, mención promoción cultural. Doctora en historia de lo cultural, FHE/UCV. Su tesis En/aguas de la histo ria (configuración de campos culturales en Venezuela: desde hidalgos y caribes. Siglo XVI, hasta una primera dama con brujo, siglo XIX), obtuvo doble mención: honorífica y publicación (diciembre 2002), profesora titular de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela.
De un prólogo. Precisamente del libro Metódica y Melódica de la Animación Cultural extraemos fragmentos del prólogo escrito por nuestro querido y valioso Oscar Acosta, prestado como yo a un cargo, secuestrado de la calle y la esquina, por fuerza del deber.
Escribe Carlos: "Existe una rara categoría de personas que viven a ultranza.
A ultranza, entiendo yo, es hacer corresponder resueltamente lo que se dice y piensa con lo que se hace, condición nada fácil en un mundo que obliga a declinar principios, discursos y trayectorias en función del acomodo por razones de sobrevivencia o reconocimiento social. En la geometría, el camino más corto entre un punto y otro es la línea recta. Así en la vida el camino más corto para ser dignos es que la palabra se corresponda con la acción, evitando rodeos de cualquier tipo, siendo leales a nosotros mismos, en ideales y afectos.
Gloria Martín pertenece a esa excepcional categoría de seres humanos.
"Adolescente, la conocí a finales de los años 70, no personalmente sino culturalmente, sino a través de su producción musical, de gran hondura política y combativa. Años difíciles aquellos, todavía pesaba la derrota de los 60 y el canto revolucionario constituyó un reducto nunca perdido, porque, como dice el poeta Miguel Hernández, hubo `ruiseñores que cantaban encima de los fusiles y en medio de las batallas’.
"También escuché otras dignas voces pero para mí Gloria Martín, junto a Alí Primera, eran los ruiseñores del más alto canto.
"Los aportes de la autora constituyen un punto de vista invalorable para el debate en el momento histórico que vivimos y en el cual hay que repensar, debatir y cambiar todo (o casi todo); lo anterior incluye de manera urgente los enfoques teóricos y operativos desde los cuales se han asumido las prácticas culturales (...) El gran debate cultural para la construcción de la nueva república que pretendemos aún está por darse. La avalancha mass mediática imperial presiona como nunca, intentando borrar la fronteras culturales y con ello las identidades y consciencias.
"De allí que, tal como argumenta Gloria Martín, sea necesario proponer nuevos modelos de acción cultural para Latinoamérica, alternativos al dominante que, incluso hoy día, se sigue reproduciendo en las instituciones del Estado (a pesar de las nuevas caras y consignas) y organizaciones culturales fuera del campo oficial o privado".
Pensando en Gloria valdría agregar la palabra de Alí: "La inocencia no mata al pueblo/ pero tampoco lo salva/ lo salvará su conciencia y en eso me apuesto el alma".
Ojalá por conciencia podamos diferenciar la identidad venezolana de la imagen que muchos quieren que tengamos y también podamos diferenciar nuestra cultura del mercado que la golpea y la quiere hacer sucumbir.
Por alguna extraña razón siempre pienso en Gloria Martín cuando de asuntos trascendentes que involucran mis convicciones se trata. Pienso en ella cuando corto mis cabellos cortos recordando su letra "Mujer, si te han crecido las ideas/ de ti van a decir cosas muy feas..." y pienso en su dignidad caminante junto a sus Coplas marzistas (del mes de marzo), y en la historia de la cantata a Fabricio Ojeda o los cantos a Jorge Rodríguez (padre), en aquellos tiempos en que, además, cantarla a ella o a Alí Primera era un acto de arrojo, y todos éramos unos arrojados junto a Lilia Vera de América.
El lunes pasado descubrí que unos cuantos, como yo, amanecimos cantando aquel tema de Gloria Martín: "Un candidato es un señor/ que siempre ofrece lo mejor/ y que está a punto de sufrir/ total amnesia/ llamando a la puerta del pobre/ pues no hay ni un voto que le sobre/ mañana el pobre es un recuerdo/ y si te he visto...no me acuerdo". Creo que, como yo, muchos miramos a lo alto, a los techos de cartón, con el peso del vivir.
No es extraña la razón de tanto pensar en Gloria Martín, la emblemática cantora que ahora es cuando tiene asuntos que aportar a nuestra patria. Y no es extraña la razón porque a través de su canto, del de Alí, del de Lilia y del de José Romero Bello aprendimos muchos a entender cómo es que a nuestro pueblo le han hecho confundir identidad con imagen y cultura con mercado.
Problema de fondo que sigue siendo tragado por el accionar de cada día, por la alienación de cada día, por esa terrible colonización de la pertenencia que nos lleva a identificarnos con el colonizador y, más terrible aún, a buscar ser legitimados por él. Tal vez por eso se usan sus métodos, sus números, sus poses... y sus "bienes culturales".
¿Quién? Muchos lectores se podrían preguntar en este momento: ¿Y quién es Gloria Martín? ¡Claro! Se lo preguntan porque no es Gloria Martín un producto, una muestra de aparataje, un show mediático ni un asunto fácil de digerir por quienes tienen la responsabilidad de darla a conocer, de mostrar su pensamiento para todos.
Para quienes venimos trajinando desde hace años sin más necesidad que nuestra conciencia. Gloria es asunto de todos los días, ya que, como ella misma indica, cuando se presentan las dificultades ratificamos la validez del trabajo.
Gloria Martín es venezolana, nacida en España de padres pobres y republicanos. Pronto se daría a conocer a través de lo incisivo de su verso y postulados.
Militante activa por una patria buena, renunció como cantora a sellos famosos para fundar junto a Alí Primera la cooperativa Cigarrón. Es escritora; sus poemas, ponencias y ensayos han sido difundidos en revistas especializadas y suplementos culturales. Autora de Ver sos de un o sea no pacífico (1985), De los hechizos de Merlín a la píldora anticognitiva, Pensamientos de Simón Rodríguez (1995), El perfume de una época (1998) y Metódica y melódica de la ani mación cultural, reeditado en 2005 por Fundarte.
Gloria es licenciada en artes, summa cum laude, mención promoción cultural. Doctora en historia de lo cultural, FHE/UCV. Su tesis En/aguas de la histo ria (configuración de campos culturales en Venezuela: desde hidalgos y caribes. Siglo XVI, hasta una primera dama con brujo, siglo XIX), obtuvo doble mención: honorífica y publicación (diciembre 2002), profesora titular de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela.
De un prólogo. Precisamente del libro Metódica y Melódica de la Animación Cultural extraemos fragmentos del prólogo escrito por nuestro querido y valioso Oscar Acosta, prestado como yo a un cargo, secuestrado de la calle y la esquina, por fuerza del deber.
Escribe Carlos: "Existe una rara categoría de personas que viven a ultranza.
A ultranza, entiendo yo, es hacer corresponder resueltamente lo que se dice y piensa con lo que se hace, condición nada fácil en un mundo que obliga a declinar principios, discursos y trayectorias en función del acomodo por razones de sobrevivencia o reconocimiento social. En la geometría, el camino más corto entre un punto y otro es la línea recta. Así en la vida el camino más corto para ser dignos es que la palabra se corresponda con la acción, evitando rodeos de cualquier tipo, siendo leales a nosotros mismos, en ideales y afectos.
Gloria Martín pertenece a esa excepcional categoría de seres humanos.
"Adolescente, la conocí a finales de los años 70, no personalmente sino culturalmente, sino a través de su producción musical, de gran hondura política y combativa. Años difíciles aquellos, todavía pesaba la derrota de los 60 y el canto revolucionario constituyó un reducto nunca perdido, porque, como dice el poeta Miguel Hernández, hubo `ruiseñores que cantaban encima de los fusiles y en medio de las batallas’.
"También escuché otras dignas voces pero para mí Gloria Martín, junto a Alí Primera, eran los ruiseñores del más alto canto.
"Los aportes de la autora constituyen un punto de vista invalorable para el debate en el momento histórico que vivimos y en el cual hay que repensar, debatir y cambiar todo (o casi todo); lo anterior incluye de manera urgente los enfoques teóricos y operativos desde los cuales se han asumido las prácticas culturales (...) El gran debate cultural para la construcción de la nueva república que pretendemos aún está por darse. La avalancha mass mediática imperial presiona como nunca, intentando borrar la fronteras culturales y con ello las identidades y consciencias.
"De allí que, tal como argumenta Gloria Martín, sea necesario proponer nuevos modelos de acción cultural para Latinoamérica, alternativos al dominante que, incluso hoy día, se sigue reproduciendo en las instituciones del Estado (a pesar de las nuevas caras y consignas) y organizaciones culturales fuera del campo oficial o privado".
Pensando en Gloria valdría agregar la palabra de Alí: "La inocencia no mata al pueblo/ pero tampoco lo salva/ lo salvará su conciencia y en eso me apuesto el alma".
Ojalá por conciencia podamos diferenciar la identidad venezolana de la imagen que muchos quieren que tengamos y también podamos diferenciar nuestra cultura del mercado que la golpea y la quiere hacer sucumbir.
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