Por: Jesús Silva R.
El rostro embebido en lágrimas del reverendo Jessie Jackson ante CNN luego de confirmarse la victoria de Obama ciertamente fue conmovedor. En efecto, para bien o para mal, el pasado 4 de noviembre quedará inscrito en la historia de ese país como fecha de un acontecimiento impensable: La llegada de un hombre negro a la Casa Blanca. Por instantes me permití regresar a mis memorias infantiles, veinte años atrás, cuando el propio Jackson intentaba una hazaña semejante en contienda por la nominación del Partido Demócrata.
Como crónica de su fabulosa y malograda campaña, alguien escribió: No hay duda que Jessie es el mejor hombre para ser presidente de los Estados Unidos pero jamás podrá lograrlo y eso se debe a una sola razón: Es negro. Sin dudas que aquella nominación de 1988 (su segunda y final tentativa en la que capturó casi siete millones de votos y venció en 11 estados antes de perder con Dukakis) representaba la valiente vocación de poder de nuestra querida comunidad negra desafiando al orden social en EEUU ya que su campaña se centraba en la Revolución de los Derechos Civiles. La bandera y la prestigiosa trayectoria del candidato nos permitía soñar con un futuro de igualdad social y racial en la nación más segregacionista del mundo y sus palabras rescataban lo más sublime de la histórica declaración "I Have a Dream" (Tengo un sueño) de su mentor asesinado: el inolvidable Martín Luther King Jr.
Sin embargo, más allá de la raza, Obama y Jackson nada tienen en común.
(Foto de Jesse Jackson)El rostro embebido en lágrimas del reverendo Jessie Jackson ante CNN luego de confirmarse la victoria de Obama ciertamente fue conmovedor. En efecto, para bien o para mal, el pasado 4 de noviembre quedará inscrito en la historia de ese país como fecha de un acontecimiento impensable: La llegada de un hombre negro a la Casa Blanca. Por instantes me permití regresar a mis memorias infantiles, veinte años atrás, cuando el propio Jackson intentaba una hazaña semejante en contienda por la nominación del Partido Demócrata.
Como crónica de su fabulosa y malograda campaña, alguien escribió: No hay duda que Jessie es el mejor hombre para ser presidente de los Estados Unidos pero jamás podrá lograrlo y eso se debe a una sola razón: Es negro. Sin dudas que aquella nominación de 1988 (su segunda y final tentativa en la que capturó casi siete millones de votos y venció en 11 estados antes de perder con Dukakis) representaba la valiente vocación de poder de nuestra querida comunidad negra desafiando al orden social en EEUU ya que su campaña se centraba en la Revolución de los Derechos Civiles. La bandera y la prestigiosa trayectoria del candidato nos permitía soñar con un futuro de igualdad social y racial en la nación más segregacionista del mundo y sus palabras rescataban lo más sublime de la histórica declaración "I Have a Dream" (Tengo un sueño) de su mentor asesinado: el inolvidable Martín Luther King Jr.
Sin embargo, más allá de la raza, Obama y Jackson nada tienen en común.
Este nuevo gobierno podría frustrar a los optimistas y enseñarnos que el elemento racial no garantiza una identidad política. El tiempo lo dirá. Lo indiscutible es que este nuevo presidente emanado de la aristocracia no posee vínculos con esa maravillosa, multicultural, etnodiversa y amplísima constelación de movimientos sociales existentes en Norteamérica que durante décadas han conformado un importante bloque de resistencia contra el régimen gringo tradicional tanto en su faceta interna de discriminación y explotación capitalista como en sus desmanes imperialistas y crímenes de guerra en el ámbito exterior. De ningún modo ha sido la candidatura del señor Obama una expresión de las masas populares que luchan por sus derechos violados ante la indiferencia de los dos partidos del régimen (Demócrata y Republicano), que más que funcionar como verdaderas organizaciones políticas, son más bien megaconsorcios de la burguesía para la fabricación de "presidentes" y marionetas.
En este infame modelo constitucional yanqui donde se proscribe la elección libre, universal y directa, rige un esquema antidemocrático de elecciones de "segundo grado" mediante el cual el pueblo no elige al presidente, sino que designa a "delegados" para que éstos lo elijan en el marco de un dudoso sistema denominado "colegios electorales" que a su vez están controlados por las dos corporaciones ya señaladas. La realidad revela que cada cuatro años la Elite Yanqui necesita refrescarse ante la gente por la comisión de tantas monstruosidades, que para ello se organiza administrativamente en dos compañías (partidos) y crean un producto (candidato) que garantice la vigencia de sus intereses grupales pero que a la vez reúna cualidades suficientes para apaciguar y simpatizar al mercado (pueblo). Es evidente que tras 8 años con Bush el balance general es nefasto: Quiebra nacional de los bancos, alarmante crisis económica y aislamiento internacional.
En este infame modelo constitucional yanqui donde se proscribe la elección libre, universal y directa, rige un esquema antidemocrático de elecciones de "segundo grado" mediante el cual el pueblo no elige al presidente, sino que designa a "delegados" para que éstos lo elijan en el marco de un dudoso sistema denominado "colegios electorales" que a su vez están controlados por las dos corporaciones ya señaladas. La realidad revela que cada cuatro años la Elite Yanqui necesita refrescarse ante la gente por la comisión de tantas monstruosidades, que para ello se organiza administrativamente en dos compañías (partidos) y crean un producto (candidato) que garantice la vigencia de sus intereses grupales pero que a la vez reúna cualidades suficientes para apaciguar y simpatizar al mercado (pueblo). Es evidente que tras 8 años con Bush el balance general es nefasto: Quiebra nacional de los bancos, alarmante crisis económica y aislamiento internacional.
Aunque no sucedan cambios importantes en EEUU, si de infundir la calma se trata: El Imperio necesitaba inventar a Obama.
(*) Abogado Constitucionalista y Penalista. Profesor Universitario.
(*) Abogado Constitucionalista y Penalista. Profesor Universitario.
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