sábado, 12 de julio de 2008

Cumpleaños de Neruda por Freddy Melo

Cumpleaños de Neruda
Freddy J. Melo
freddyjmelo@yahoo.es

“Venid a ver la sangre por las calles, /venid a ver /la sangre por las calles, /Venid a ver la sangre /por las calles!”. Ese grito de encendida denuncia, que se encrespa urgiendo la solidaridad y termina en un sollozo viril, indica la frontera vital de un poeta que hasta esos días de 1936 residía en el interior de sí mismo y en medio de la soledad y la angustia, andando a ciegas, dando tropezones, lleno de interrogantes sin respuesta, alejado de los otros seres humanos, sin un sitio para la alegría ni para la esperanza.
En esa fecha el fascismo había desatado sobre la otra España --la que se oponía al medioevo y la cruz anticristiana, la que había fundado la República y perseguía vías de justicia, la heredera de quienes en su tiempo se solidarizaron con la América insurgente, la que jamás nos hubiese llamado sudacas ni engendrado reyes burgueses que nos conminaran a callar-- el fascismo, digo, había desatado el prolegómeno de la segunda guerra mundial, para abrir con un millón de cadáveres la cincuentena que vendría. Por los ojos cortados de los niños que habían corrido tras una pelota, por los hombres y mujeres despedazados sin ceder un ápice de dignidad, porque las más decentes manos del mundo empuñaron a su lado fusiles indignados y generosos, por la poesía mancillada en sus voces mayores (Federico acribillado en un muro de Granada, don Antonio acosado hasta ser obligado a morir lejos de los campos de Castilla) el poeta que llevaba a esa España en el corazón se revolvió por dentro y se lanzó al encuentro de los demás, a la lucha colectiva por la felicidad humana, a la transformación de la palabra, que era su trabajo cotidiano y ejercía a la par de los mejores, en savia para florecer los espíritus y arma demoledora para combatir la opresión y la injusticia.
Hablo, como se sabe, de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, nacido como tal en Parral, Chile, el 11 de julio de 1904 --ahora de cumpleaños-- y como Pablo Neruda en junio de 1920, para ocultar de su padre ferroviario la poesía que se le venía desparramando gracias a “los aportes de la tierra y el alma”. Su universo poético abarca todo lo humano y lo terrestre, con más de treinta libros publicados. Nombraré apenas los “20 Poemas…”, porque es el texto lírico que ha recorrido más caminos en el mundo; las “Residencias” I y II, porque con ellas, imbuidas de hermetismo surrealista, termina de apagar los resplandores del Modernismo y abre nuevos horizontes; la “Tercera Residencia”, porque en ella recoge poemas imprescindibles, como los dedicados a la guerra civil española, a la epopeya de Stalingrado en la 2GM y a Bolívar a la medida de su gloria; el “Canto General”, porque allí transforma en poesía nuestra América: historia, geografía, fauna, flora, tiranos y libertadores, pasado, presente y futuro presentido; las “Odas elementales”, porque lo más sencillo se trueca allí en esplendor; “Canción de gesta”, porque es un homenaje a Cuba revolucionaria… Y no puedo proseguir. Pero todo lo que tocaron sus manos de Midas iluminado refulge como estrellas sonoras. Sus temas fundamentales fueron el amor y el combate social, que son lo mismo: la entrega gloriosa del corazón al ser amado, individual o colectivo. En el amor, la facultad quevediana para rebullir más allá de la muerte y la sensibilidad para medir la longitud del olvido; en el combate, el poderío para soltar un huracán “de puños y banderas como fuego” (excúseseme, pues me estoy autocitando). Dado el aluvión de su obra, abrumador como los ventisqueros de sus Andes y frondoso como las araucarias australes, debo quedar debiendo la muestra de sus diversos momentos. Ojalá este escrito pueda contribuir a que algunos se acerquen al manantial. Por ahora, sólo dejaré el botón más conocido de los versos que más le debemos los bolivarianos: “Yo conocí a Bolívar una mañana larga, /en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento, /Padre, le dije, eres o no eres o quién eres? /Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo: /“Despierto cada cien años, cuando despierta el pueblo”. Era capaz de ira jupiterina y de hondo amor humano. Gratitud.

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