Líder estudiantil de principios del siglo XX, preso de Gómez, novelista de gran calidad y director del Diario El Nacional, Arraiz se caracterizo por su honestidad y capacidad de trabajo y lucha.
Su fabula de Tio Tigre y Tio Conejo ha sobrevivido al tiempo y al olvido.
Antonio Arraíz fue un poeta solitario en su acento particular, solo en la poesía venezolana. No perteneció ni a la generación del 18 y solamente estuvo muy cerca de los escritores de la vanguardia de 1928. Pero es un poeta importante, esencial, ya que fue él, antes que otros, por medio de su primer poemario Áspero, quien realizó la ruptura y abrió un camino nuevo que otros transitaron. El suyo es un lenguaje cortante, intenso, “Canto a mi América virgen, canto a mi América india, sin españoles y sin cristianismo” dice en el segundo poema de Áspero -el cual es de esos libros fundacionales de la poesía contemporánea venezolana-. Su canto abrió surcos. En otros momentos lo hallamos profundamente angustiado, tal como cuando dice: “Quiero estarme en ti, junto a ti, sobre ti, Venezuela, pese a ti misma”. Para ello utilizó en sus creaciones elementos telúricos y soñó otro país, nuevo, distinto, el que se hizo presente en sus Cinco sinfonías, escritas casi todas en la cárcel o en el confinamiento de que fue objeto durante la tiranía de Juan Vicente Gómez (1908-1935). Como novelista, dejó su huella en su periplo dentro de la literatura venezolana. Especialmente a través de sus Puros hombres (1938); como autor de libros para la enseñanza, habría que subrayar el valor de los libros de texto que concibió; como cuentista, la parábola del alma venezolana que subyace en sus Cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo (1945); como ensayista, hay que destacar su Culto bolivariano (1940
Tío Tigre y Tío Conejo fueron, para los niños venezolanos, una suerte de “Tom y Jerry”, cuyas anécdotas solían ser publicadas en aquellos formidables textos de Ediciones Kuai Mare y Banco del Libro. Releyendo de adulto la colección original de relatos protagonizados por estos personajes se le agrega más valor que el de simple nostalgia infantil. De alguna forma su autor, Don Antonio Arráiz (1903-1962), preso político entre 1928 y 1935, viene a ser una suerte de Esopo venezolano.
La colección de relatos Tío Tigre y Tío Conejo escrita por Arráiz fue publicada inicialmente en 1946 por el Ministerio de Educación. La edición a la que acudo es la sexta, publicada en 1995 por Monte Ávila Latinoamericana. La obra es secuencial, por lo cual dista de ser una compilación de relatos cortos. También rehúye la clasificación como fábula: si bien el autor recurre a protagonistas animales, apela a una intención moralista y deja sentencias varias, los textos tienen argumentación más compleja. Un conjunto de seis capítulos muestran la oposición entre el poderoso tigre, caudillo que gobierna apelando a la fuerza, y el humilde conejo cuya debilidad es compensada por la astucia.
En medio de esta lucha, aparecen diferentes caracteres, destacando especialmente los oligárquicos Ña Guacharaca, el profesor Mochuelo, Misia Baba y el General Caricare, siendo este último quien mejor expresa el desprecio por los humildes: “¿Qué necesidad hay de pruebas para condenar a un pobre diablo?”; a estos personajes se oponen, silenciosamente, una serie de animales modestos, como el poeta Cucarachero, la maestra Doña Periquita, el Caballito del Diablo, el Cachicamo y el Pájaro Carpintero. Estos oprimidos por el status quo tienen su adalid en el carpintero Tío Conejo, único que resiste la tiranía de Tío Tigre.
Antonio Arraíz fue un poeta solitario en su acento particular, solo en la poesía venezolana. No perteneció ni a la generación del 18 y solamente estuvo muy cerca de los escritores de la vanguardia de 1928. Pero es un poeta importante, esencial, ya que fue él, antes que otros, por medio de su primer poemario Áspero, quien realizó la ruptura y abrió un camino nuevo que otros transitaron. El suyo es un lenguaje cortante, intenso, “Canto a mi América virgen, canto a mi América india, sin españoles y sin cristianismo” dice en el segundo poema de Áspero -el cual es de esos libros fundacionales de la poesía contemporánea venezolana-. Su canto abrió surcos. En otros momentos lo hallamos profundamente angustiado, tal como cuando dice: “Quiero estarme en ti, junto a ti, sobre ti, Venezuela, pese a ti misma”. Para ello utilizó en sus creaciones elementos telúricos y soñó otro país, nuevo, distinto, el que se hizo presente en sus Cinco sinfonías, escritas casi todas en la cárcel o en el confinamiento de que fue objeto durante la tiranía de Juan Vicente Gómez (1908-1935). Como novelista, dejó su huella en su periplo dentro de la literatura venezolana. Especialmente a través de sus Puros hombres (1938); como autor de libros para la enseñanza, habría que subrayar el valor de los libros de texto que concibió; como cuentista, la parábola del alma venezolana que subyace en sus Cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo (1945); como ensayista, hay que destacar su Culto bolivariano (1940
Tío Tigre y Tío Conejo fueron, para los niños venezolanos, una suerte de “Tom y Jerry”, cuyas anécdotas solían ser publicadas en aquellos formidables textos de Ediciones Kuai Mare y Banco del Libro. Releyendo de adulto la colección original de relatos protagonizados por estos personajes se le agrega más valor que el de simple nostalgia infantil. De alguna forma su autor, Don Antonio Arráiz (1903-1962), preso político entre 1928 y 1935, viene a ser una suerte de Esopo venezolano.
La colección de relatos Tío Tigre y Tío Conejo escrita por Arráiz fue publicada inicialmente en 1946 por el Ministerio de Educación. La edición a la que acudo es la sexta, publicada en 1995 por Monte Ávila Latinoamericana. La obra es secuencial, por lo cual dista de ser una compilación de relatos cortos. También rehúye la clasificación como fábula: si bien el autor recurre a protagonistas animales, apela a una intención moralista y deja sentencias varias, los textos tienen argumentación más compleja. Un conjunto de seis capítulos muestran la oposición entre el poderoso tigre, caudillo que gobierna apelando a la fuerza, y el humilde conejo cuya debilidad es compensada por la astucia.
En medio de esta lucha, aparecen diferentes caracteres, destacando especialmente los oligárquicos Ña Guacharaca, el profesor Mochuelo, Misia Baba y el General Caricare, siendo este último quien mejor expresa el desprecio por los humildes: “¿Qué necesidad hay de pruebas para condenar a un pobre diablo?”; a estos personajes se oponen, silenciosamente, una serie de animales modestos, como el poeta Cucarachero, la maestra Doña Periquita, el Caballito del Diablo, el Cachicamo y el Pájaro Carpintero. Estos oprimidos por el status quo tienen su adalid en el carpintero Tío Conejo, único que resiste la tiranía de Tío Tigre.
1 comentario:
SERÍA MUY INTERESANTE QUE RADIO COMUNA EL HATILLO PUSIERA A DISPOSICIÓN DE QUIENES VISITAMOS ESTE BLOGG LAS OBRAS COMPLETAS DE NUESTROS ESCRITORES Y POETAS MÁS INSIGNES, SIN PREOCUPARSE POR DERECHOS DE AUTOR YA QUE, EN CASOS COMO EL DE ANTONIO ARRÁIZ Y JOSÉ RAFAEL POCATERRA, ESTOS HAN SIDO LIBERADOS Y SE CONVIERTEN EN PATRIMONIO PÚBLICO POR HABER PASADO MÁS DE 50 AÑOS DESDE SU PUBLICACIÓN. LOS FELICITO POR LA EXCELENTE CALIDAD DE ESTE ESPACIO. ¡ADELANTE, CAMARADAS!
Oscar Urdaneta D.
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