Las nuevas tecnologías han ayudado a las personas a vencer el aislamiento y a buscar nuevas maneras de comunicación
Algunos lo ven como medio de expresión. Otros, lo consideran una moda burda
El vidrio trasero de los carros da para todo. Para hacer alardes de las distancias recorridas: "De Barquisimeto pa' Margarita", por poner un caso. Para anunciar logros académicos: "Me gradúe de médico", por citar otro. Para descargar rabias: "En este gremio no hay amigos. Y lo que hay son más falsos que una escalera de anime". O hasta para hacer declaraciones de amor, que a veces rayan en lo cursi: "Te amo, mi peluche", por no mencionar otros peores.
Ahora bien, ¿a quién puede importarle que su hija se haya graduado de preescolar? Gran logro, dirán algunos. ¿Por qué alguien tiene que hacer público el amor desenfrenado que siente hacia su novio? ¿No podrán reducir su afecto al ámbito privado?, pensarán otros. ¿O es que será insuficiente las felicitaciones que reciben de parte de la familia, que desean que el resto del mundo los congratule? Quién sabe.
Lo cierto es que a los aficionados del "griffin" les importa muy poco lo que la gente piensa. Ellos sólo desean hacer pública su alegría y compartirla con aquellos que se lo permitan. "Mi intención era que todo el mundo supiera que había nacido mi hija Bárbara Camila", afirma Roger Cordero, quien rayó su taxi para anunciar que había sido papá por segunda vez.
Según cuenta, no acostumbra a hacerlo en cualquier ocasión. Ni siquiera, cuando se va de viaje. Sólo en momentos de gran emoción o de profunda tristeza. "Lo he hecho las veces que nacieron mis hijos. Y la gente en la calle me felicitó (risas). Otra vez lo hice por la muerte de un compañero. (...) Esto se ha vuelto para mí un medio de comunicación", acotó.
A Ovidio Peñuela tampoco le importó que lo tildaran de cursi por colocar en su carro "Mi bebé se graduó de bachiller". Él sólo quiso darle una sorpresa a su hija de 16 años y consiguió que ella llorara de emoción. "Es la primera vez que lo hago y lo volvería a hacer".
El asunto es que la afición del "griffin" resulta contagiosa. Y, en ese sentido, no hay nadie quien la pare. Si uno lo hace, el resto de seguro se sumará. "Yo lo hago por copión", confiesa Luis Martínez. "Siempre que viajamos lejos y vamos en caravana suelo pintar mi carro. Sólo por echar broma. Eso sí, yo solo no lo haría", agregó.
Los detractores suelen ser muy críticos con esta práctica. Incluso, hasta despectivos, pues lo consideran una moda burda. "No me parece elegante, que cualquier persona se dedique a divulgar hasta el color de medias en el vidrio de un carro", comentó Daniel Hernández. "Me parece burdo y más aún cuando la mayoría de la gente lo hace por imitar a los demás".
A juicio del sociólogo Amalio Belmonte, esta iniciativa debe considerarse un acto bondadoso en sí misma, pues la gente desea compartir algo con lo que existe entre el colectivo una empatía previa y no un rechazo.
"El logro siempre tendrá entre los miembros de la sociedad una aceptación. No se puede ver como un acto vanidoso, sino como una muestra de que la gente le ha perdido el miedo a comunicar cosas gratificantes. Y en ello han influido las nuevas tecnologías, que nos ha incentivado a comunicar sin inhibiciones, a vencer el aislamiento".
Algunos lo ven como medio de expresión. Otros, lo consideran una moda burda
El vidrio trasero de los carros da para todo. Para hacer alardes de las distancias recorridas: "De Barquisimeto pa' Margarita", por poner un caso. Para anunciar logros académicos: "Me gradúe de médico", por citar otro. Para descargar rabias: "En este gremio no hay amigos. Y lo que hay son más falsos que una escalera de anime". O hasta para hacer declaraciones de amor, que a veces rayan en lo cursi: "Te amo, mi peluche", por no mencionar otros peores.
Ahora bien, ¿a quién puede importarle que su hija se haya graduado de preescolar? Gran logro, dirán algunos. ¿Por qué alguien tiene que hacer público el amor desenfrenado que siente hacia su novio? ¿No podrán reducir su afecto al ámbito privado?, pensarán otros. ¿O es que será insuficiente las felicitaciones que reciben de parte de la familia, que desean que el resto del mundo los congratule? Quién sabe.
Lo cierto es que a los aficionados del "griffin" les importa muy poco lo que la gente piensa. Ellos sólo desean hacer pública su alegría y compartirla con aquellos que se lo permitan. "Mi intención era que todo el mundo supiera que había nacido mi hija Bárbara Camila", afirma Roger Cordero, quien rayó su taxi para anunciar que había sido papá por segunda vez.
Según cuenta, no acostumbra a hacerlo en cualquier ocasión. Ni siquiera, cuando se va de viaje. Sólo en momentos de gran emoción o de profunda tristeza. "Lo he hecho las veces que nacieron mis hijos. Y la gente en la calle me felicitó (risas). Otra vez lo hice por la muerte de un compañero. (...) Esto se ha vuelto para mí un medio de comunicación", acotó.
A Ovidio Peñuela tampoco le importó que lo tildaran de cursi por colocar en su carro "Mi bebé se graduó de bachiller". Él sólo quiso darle una sorpresa a su hija de 16 años y consiguió que ella llorara de emoción. "Es la primera vez que lo hago y lo volvería a hacer".
El asunto es que la afición del "griffin" resulta contagiosa. Y, en ese sentido, no hay nadie quien la pare. Si uno lo hace, el resto de seguro se sumará. "Yo lo hago por copión", confiesa Luis Martínez. "Siempre que viajamos lejos y vamos en caravana suelo pintar mi carro. Sólo por echar broma. Eso sí, yo solo no lo haría", agregó.
Los detractores suelen ser muy críticos con esta práctica. Incluso, hasta despectivos, pues lo consideran una moda burda. "No me parece elegante, que cualquier persona se dedique a divulgar hasta el color de medias en el vidrio de un carro", comentó Daniel Hernández. "Me parece burdo y más aún cuando la mayoría de la gente lo hace por imitar a los demás".
A juicio del sociólogo Amalio Belmonte, esta iniciativa debe considerarse un acto bondadoso en sí misma, pues la gente desea compartir algo con lo que existe entre el colectivo una empatía previa y no un rechazo.
"El logro siempre tendrá entre los miembros de la sociedad una aceptación. No se puede ver como un acto vanidoso, sino como una muestra de que la gente le ha perdido el miedo a comunicar cosas gratificantes. Y en ello han influido las nuevas tecnologías, que nos ha incentivado a comunicar sin inhibiciones, a vencer el aislamiento".
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