miércoles, 17 de diciembre de 2008

Un año mas de la Muerte del Padre de la Patria

Se cumple un año más de la muerte de Simón Bolívar.
No cabe duda alguna de que sus despojos humanos, aniquilados por la tuberculosis y las privaciones, quedaron sin vida la tarde de este día en 1830 pero su alma, ejemplo permanente que jamás vacila ni se desvía, sigue recorriendo los caminos de América y inspirando grandes búsquedas en la vida de todos los pueblos y los hombres que amamos la libertad y la justicia. Se cumplen 178 años de las honras fúnebres a Simón Bolívar, destacándose en el acto del traslado de su cadáver a la Aduana de Santa Marta, aproximadamente a las 8-30 de la noche la última interpretación del viejo toque de corneta: “Llegó, ya llegó, Libertador Presidente llegó” compuesto por el maestro José María Cansino en 1819 para avisar y rendir honores a la presencia del Libertador en cualquier instalación o dependencia militar. Tanto Mariano Montilla como Juan Francisco Marín, autoridades militar y civil de Santa Marta ordenaron que, a partir de este momento, el toque no se interpretaría más nunca, porque habiendo muerto Bolívar, a quien estaba dedicado, el toque debía callar para siempre. En el momento de ser sepultado el Libertador solo se oyó el toque de silencio.
Muere el Libertador Simón Bolívar: “Mis enemigos abusaron de vuestra credibilidad… He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro”
Tal día como hoy, el 17 de diciembre de 1830, muere Simón Bolívar en Santa Marta, Colombia, a la una de la tarde, en la quinta San Pedro Alejandrino, propiedad del español Joaquín Mier, a la edad de 47 años.
Su diagnóstico de muerte fue dado por Alexandre Prosper Reverend, su médico de cabecera y amigo, que estuvo con Bolívar durante sus últimos días y quien llevó un cuidadoso diario de todos los pormenores. El diagnóstico hecho por Reverend certifica que Bolívar sufrió de una tuberculosis pulmonar; otros testimonios contradicen dicho informe y se han tejido conjeturas sobre un complot para acabar con la vida del Libertador.
Más que por la enfermedad, Bolívar fue destruido por la obra de sus enemigos políticos. La Gran Colombia disuelta, execrado por el Gobierno de Venezuela y su autoridad dañada por la perversa prédica de los antibolivarianos, Sucre asesinado, periódicos derramando contra él las peores calumnias mientras las grandes potencias se aliaban para liquidar su obra, lo condujeron, como diría en su proclama final, “a las puertas del sepulcro”. En tres ocasiones, el grupo dirigido por el general Francisco de Paula Santander intentó asesinarlo. La última de ellas, en el Palacio Presidencial de Bogotá, el 25 de septiembre de 1828.
Días antes de su muerte Bolívar escribe su última proclama: “Habéis presenciado mis esfuerzos para plantar la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono. Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: Los pueblos obedeciendo al actual Gobierno para liberarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales. ¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro. Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830”.
Con el Libertador murió el gran proyecto de la patria grande, libre y justa, para caer bajo el dominio de los caudillos semifeudales, de la burguesía parasitaria, saqueada por las potencias imperialistas.

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