Dos primeras damas, dos mundos Michelle Obama es una profesional de éxito y carácter; Cindy Mccain, una rica heredera, dulce y sonriente
Michelle Obama, de 44 años, se enfrenta, de aquí a noviembre, a los elementos del establishment de Washington. Esta abogada es el modelo contrario a la mayoría de primeras damas que han pasado por la Casa Blanca en los últimos 25 años.
Está en las antípodas de Nancy Reagan o Barbara Bush, ambas plenamente dedicadas a sus respectivos maridos. Mujer de carácter, Michelle podría ser la primera consorte presidencial afroamericana, una profesional que se ha labrado una carrera y una historia que le impiden ser, simplemente, la sombra de su marido.
El carácter de la demócrata frente al estilo refinado de la republicana Nacida y criada en las duras barriadas del South Side de Chicago, Michelle Obama es un verso suelto en la campaña del senador de Illinois. Ha provocado amagos de infarto en los asesores de prensa del senador al reconocer que su marido no baja la basura por la noche, que se deja la bolsa de pan de molde abierta, que por la mañana tiene mal aliento y que tira la ropa interior sucia por el suelo del dormitorio.
En todos y cada uno de estos pequeños incidentes, Michelle ha acabado beneficiando a su marido en las encuestas, por darle la dimensión humana a un candidato idolatrado por millones de seguidores. En sus mítines no utiliza papeles. Habla con la seguridad de uno de los predicadores con los que ha crecido en las iglesias protestantes de Chicago. Atrae a la gente con sólo una frase y el gesto de una mano. Y no tiene miedo de decir lo que piensa.
"Ésta es la primera vez que me siento orgullosa de mi país", aseguró el pasado mes de febrero. Este carácter polémico se ve acompañado de un estilo rotundo. Luce trajes de chaqueta, cuellos altos y collares de perlas. Adora los zapatos de tacón de Jimmy Choo y la revista Vanity Fair la designó como "una de las 10 mujeres mejor vestidas del mundo" en 2007. El pasado jueves, Michelle acudió a una de las tertulias más vistas de la televisión en EE UU, The View. Allí se vio cómo los asesores de su marido tratan de suavizar su imagen. Lució un vestido de flores y un gran broche. El peinado, más cardado que de costumbre. Nada más sentarse saludó a las presentadoras -entre ellas está la actriz Whoopy Goldberg- con un choque de puños, como haría un quinceañero. "Me lo han enseñado los empleados más jóvenes de mi marido", dijo. "Ya veis, soy una mujer que va con el corazón en la mano".
Nada hay más lejos de esta espontaneidad que el pétreo gesto de Cindy McCain, de 54 años, reina del rodeo cuando era adolescente, hermosa madre de cuatro niños, heredera del imperio cervecero de Arizona Hensley & Company... Es la mujer de la permanente sonrisa y la voz dulce. Nunca jamás ha tenido Cindy McCain un acto electoral para ella sola. Como la ex primera dama Betty Ford, McCain tiene un pasado difícil. A finales de los años ochenta sufrió una adicción a los analgésicos. Su dependencia era tan fuerte que acabó robando cajas de pastillas de la ONG que ella misma había fundado. La familia McCain considera estos incidentes parte del pasado.
Cindy también intenta dar un vuelco a su imagen y la pasada semana viajó a Vietnam para visitar a niños que tienen labios leporinos, y ha dado una ronda de entrevistas ataviada con una camiseta de algodón azul marino y una gorra de béisbol.
La Cindy callada y elegante ha dado paso a la Cindy que trabaja con las ONG y se preocupa por los niños, la misma que adoptó a una niña de Bangladesh en 1991. Pero esta imagen no pasa de ser una excepción.
En sus viajes junto a su marido, Cindy McCain confía en el traje chaqueta, gruesas perlas y moños que nada tienen que envidiar a cualquier episodio de Mujeres desesperadas.
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