"Ser bombero no se olvida nunca"
Tres ex funcionarios reviven sus anécdotas como apagafuegos en vísperas de su día
Tiene 61 años. Y a pesar de que se retiró del Cuerpo de Bomberos en 1998 después de tres décadas de servicio, Carlos Oropeza aún se emociona al escuchar el ruido de las sirenas. "Ese sonido me da melancolía por esos buenos tiempos que pasaron", comenta. "Uno, aun retirado, todavía tiene ese espíritu que no se pierde nunca. Pues el título de bombero no te lo quita nadie".
Antonio Guédez puede dar fe de que esa estirpe no se pierde. Los bomberos no podemos llegar antes que comience el fuego, sino después. Pero cuando llegamos tratamos de hacer lo mejor" Luego de haberle dedicado 46 años de su vida a la institución, aún hoy -a cinco años de su retiro- hay bomberos del estado Vargas que lo saludan como si todavía fuera su comandante. "Esta es una profesión muy difícil de entrar, pero también de salir. Allí se viven muchas emociones, que llevas contigo tanto en la memoria como en el corazón y que sólo olvidaré cuando me entierren", afirmó. "
Y si no que lo diga Rodolfo Briceño González, cuya experiencia acumulada por 40 años de servicio no se compara con lo vivido en la tragedia de Vargas. Un acontecimiento que, según él, le dejó una huella imborrable. "Fue un hecho de gran impacto, por la cantidad de muertes. Pero esa tragedia dejó en nosotros muchas enseñanzas".
El terremoto de Caracas fue quizás lo que más marcó a Oropeza, pues con apenas meses de haber ingresado como voluntario le tocó rescatar los cuerpos que quedaron sepultados bajo los edificios de Altamira. Mientras que Guédez no olvida la tragedia de Tacoa ocurrida el 19 de diciembre de 1982, donde murieron 47 de sus compañeros.
Sin embargo, pese a la desgracia, en todos ellos quedó al menos la satisfacción de haber salvado algunas vidas y el buen sabor del deber cumplido.
"Cualquier actuación es gratificante, pues en ellas tienes la satisfacción de salvar vida. Lo material siempre se pierde", afirma Oropeza. "Ser bombero es la mejor manera de servir a la comunidad", agrega Guédez. "Yo creí en eso cuando ingresé y así lo profesé".
Sus palabras vienen a reflexión a propósito de celebrarse mañana el Día del Bombero. Y más que hablar de lo que ocurre dentro de la institución, prefieren reforzar el deber ser de un oficio que se alimenta de la vocación de servicio.
"Los bomberos son un organismo de atención primaria básica en cualquier sociedad, pues son los primeros que responden ante un evento", opinó Briceño. "Por eso, da lástima cuando no tienen buenos sueldos o equipamiento. Pese hay que seguir reforzando la mística, la abnegación y el compromiso para mantener la credibilidad".
Tres ex funcionarios reviven sus anécdotas como apagafuegos en vísperas de su día
Tiene 61 años. Y a pesar de que se retiró del Cuerpo de Bomberos en 1998 después de tres décadas de servicio, Carlos Oropeza aún se emociona al escuchar el ruido de las sirenas. "Ese sonido me da melancolía por esos buenos tiempos que pasaron", comenta. "Uno, aun retirado, todavía tiene ese espíritu que no se pierde nunca. Pues el título de bombero no te lo quita nadie".
Antonio Guédez puede dar fe de que esa estirpe no se pierde. Los bomberos no podemos llegar antes que comience el fuego, sino después. Pero cuando llegamos tratamos de hacer lo mejor" Luego de haberle dedicado 46 años de su vida a la institución, aún hoy -a cinco años de su retiro- hay bomberos del estado Vargas que lo saludan como si todavía fuera su comandante. "Esta es una profesión muy difícil de entrar, pero también de salir. Allí se viven muchas emociones, que llevas contigo tanto en la memoria como en el corazón y que sólo olvidaré cuando me entierren", afirmó. "
Y si no que lo diga Rodolfo Briceño González, cuya experiencia acumulada por 40 años de servicio no se compara con lo vivido en la tragedia de Vargas. Un acontecimiento que, según él, le dejó una huella imborrable. "Fue un hecho de gran impacto, por la cantidad de muertes. Pero esa tragedia dejó en nosotros muchas enseñanzas".
El terremoto de Caracas fue quizás lo que más marcó a Oropeza, pues con apenas meses de haber ingresado como voluntario le tocó rescatar los cuerpos que quedaron sepultados bajo los edificios de Altamira. Mientras que Guédez no olvida la tragedia de Tacoa ocurrida el 19 de diciembre de 1982, donde murieron 47 de sus compañeros.
Sin embargo, pese a la desgracia, en todos ellos quedó al menos la satisfacción de haber salvado algunas vidas y el buen sabor del deber cumplido.
"Cualquier actuación es gratificante, pues en ellas tienes la satisfacción de salvar vida. Lo material siempre se pierde", afirma Oropeza. "Ser bombero es la mejor manera de servir a la comunidad", agrega Guédez. "Yo creí en eso cuando ingresé y así lo profesé".
Sus palabras vienen a reflexión a propósito de celebrarse mañana el Día del Bombero. Y más que hablar de lo que ocurre dentro de la institución, prefieren reforzar el deber ser de un oficio que se alimenta de la vocación de servicio.
"Los bomberos son un organismo de atención primaria básica en cualquier sociedad, pues son los primeros que responden ante un evento", opinó Briceño. "Por eso, da lástima cuando no tienen buenos sueldos o equipamiento. Pese hay que seguir reforzando la mística, la abnegación y el compromiso para mantener la credibilidad".
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