El municipio: la patria cotidiana
EFRAÍN VALENZUELA
El municipio es la Patria, pero la Patria, sin los arreos del lujo. No es la Patria con la majestad que queremos darle para que la vean las otras Patrias. Para ello tenemos la representación nacional. El municipio es la Patria en la ciudad y en el campo, en traje de casa, haciendo sus quehaceres, sacándoles la cuenta a sus empleados, anotando la lista del mercado, departiendo al compás de la chancleta que va y viene mientras la escoba limpia la casa de lo sucio y desgarra la cortina de las telarañas anacrónicas.
El municipio es la Patria que paga el diario y quiere saber lo que se come y discute con el pulpero y le da de mamar al hijo que llora y se fija en los zapatos rotos y encuentra muy cara el azúcar para la pobreza de sus niños. (Blanco, 1937)
El Municipio es la casa demasiado cotidiana. Es la Plaza Bolívar y su inolvidable Retreta o Banda Local. Es la Catedral y la Jefatura, el orden espiritual y el orden represivo. Es la calle, demasiadas veces recorrida bajo la lluvia, empapados de alegrías y breves nostalgias. Es la fiesta tradicional y contemporánea, ansiadamente esperada, que solemniza nuestra existencia, y nos hace volver a nuestro pueblo cuando estamos lejos.
El Municipio es el afirmar con orgullo discreto: yo soy de tal parte… y estar diciendo, de alguna manera, que el mundo comenzó por ese terruño. Desde el Municipio nos asomamos a la vida. Él nos brinda el sentido de pertenencia. Nuestras relaciones primeras se realizan allí. De él aprehendimos una manera de asistir a la vida.
El estilo de vida de nuestros pueblos nace y se construye en los Municipios. El Municipio tiene una localidad: las parroquias y éstas, a su vez, tienen dos micro localidades: los consejos comunales y las comunas. Construir la Patria Comunal es hacer cotidiano el Poder Popular: parroquial y municipal.
POR ESO ES QUE DEBEMOS REVISAR EL GOBIERNO MUNICIPAL MAS CHAPUCERO QUE HEMOS SUFRIDO EN EL HATILLO.
EFRAÍN VALENZUELA
El municipio es la Patria, pero la Patria, sin los arreos del lujo. No es la Patria con la majestad que queremos darle para que la vean las otras Patrias. Para ello tenemos la representación nacional. El municipio es la Patria en la ciudad y en el campo, en traje de casa, haciendo sus quehaceres, sacándoles la cuenta a sus empleados, anotando la lista del mercado, departiendo al compás de la chancleta que va y viene mientras la escoba limpia la casa de lo sucio y desgarra la cortina de las telarañas anacrónicas.
El municipio es la Patria que paga el diario y quiere saber lo que se come y discute con el pulpero y le da de mamar al hijo que llora y se fija en los zapatos rotos y encuentra muy cara el azúcar para la pobreza de sus niños. (Blanco, 1937)
El Municipio es la casa demasiado cotidiana. Es la Plaza Bolívar y su inolvidable Retreta o Banda Local. Es la Catedral y la Jefatura, el orden espiritual y el orden represivo. Es la calle, demasiadas veces recorrida bajo la lluvia, empapados de alegrías y breves nostalgias. Es la fiesta tradicional y contemporánea, ansiadamente esperada, que solemniza nuestra existencia, y nos hace volver a nuestro pueblo cuando estamos lejos.
El Municipio es el afirmar con orgullo discreto: yo soy de tal parte… y estar diciendo, de alguna manera, que el mundo comenzó por ese terruño. Desde el Municipio nos asomamos a la vida. Él nos brinda el sentido de pertenencia. Nuestras relaciones primeras se realizan allí. De él aprehendimos una manera de asistir a la vida.
El estilo de vida de nuestros pueblos nace y se construye en los Municipios. El Municipio tiene una localidad: las parroquias y éstas, a su vez, tienen dos micro localidades: los consejos comunales y las comunas. Construir la Patria Comunal es hacer cotidiano el Poder Popular: parroquial y municipal.
POR ESO ES QUE DEBEMOS REVISAR EL GOBIERNO MUNICIPAL MAS CHAPUCERO QUE HEMOS SUFRIDO EN EL HATILLO.
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